Amor como primer idioma
Amor como primer idioma
“!Eran tiempos mejores! ¡Seguramente mejores!”
Me lo contó mi madre de niño, mientras mesaba con su mano mis cabellos y limpiaba mi cara con un pañuelo mojado de su saliva. Mientras me quitaba los zapatos y me metía en la cama parta dormir…
— ¿Sabías hijo que antes todos hablábamos el mismo idioma? — ¿De verdad, mamá? —! De verdad, hijo! …. — y me besó.
En la remota esquina, donde el sol del desierto arriba al mar atravesando las pesadas piedras. En el centro del mundo, donde una ciudad se parte en cuatro para honrar a los Dioses que protege.
En el norte del día, donde las rocas encimadas atestiguan el odio que sigue inundando las almas.
En el sur del principio, donde el dueño es pisado por el “ahora” dueño y la inconciencia grita “color” igual a “precio”… Hubo una vez un día un sólo idioma.
En las praderas verdes de Sudáfrica, en los callejones de Jerusalén, en los barrios destrozados de Bagdad o Belfast, o en las sendas que cruzan por cualquier frontera, en todos lados por donde pasa el sol, se hablaba un solo idioma… Amor.
Porque antes, cuando la gente no era gente, todos éramos corazones; corazones que hablábamos un idioma común e impronunciable, que se olía, se gustaba, se veía y se tocaba. Un idioma que no necesitaba de palabras ni de signos, sino sólo de miradas y de caricias.
Se dice que cuando nació SING-SING, su madre le paso sus brazos por el cuerpo y lo apretó al suyo, y lo miró con ese idioma que te digo que hablaban y que él entendió. Lo mismo pasó cuando ACORAZADO vio la luz por primera vez, fuerte y atrevido se hinchó para bombear su propia sangre y saborear la vida que le estaba siendo regalada… regocijado de su propia suerte.
ACORAZADO y SING-SING crecieron juntos, sin diferencias, cobijados con la armonía que ofrece la ausencia de dolor y de tristeza, compartían su mundo junto a todos los demás corazones de la tierra, y con ellos surcaban el calor de los días y el fresco de las noches, apoyados en sus tardes de trabajo y de juegos, y en ese idioma suyo que les unía.
Pero un día, amaneció la vida con palabras, el mundo se cubrió de letras y las bocas de todos los corazones se vistieron de voz y de sonidos.
Cuentan que la noche anterior en un lugar remoto, un Dios travieso castigó la soberbia de los corazones por querer que construir una torre que llegara al cielo, y les dio la palabra para que no se entendieran.
Y dejaron de verse y olerse, de gustarse y tocarse, y se hablaron….
Y cuando no se entendieron, se percataron de sus diferencias y se vistieron de piel y de huesos, y aprendieron otro idioma común, el del ODIO. El mismo que aun respira en su mirada.
Ese día hijo, dejamos de ser corazones y nos convertimos en lo que ahora somos. A partir de entonces, ACORAZADO tomó conciencia de su fuerza y la ejerció. SING-SING, aprendió de su pasión y se dejó llevar por ella, mientras todos los demás corazones caían presos de sus propias debilidades, y con ellas, construyeron la historia como ahora la conocemos.
La de ricos y pobres, La de sabios o barbaros,
La de vencedores y vencidos.
La de oriente y occidente, La del norte y la del sur.
Hoy, aun después de tantos siglos; rojos, negros, blancos o amarillos, todos tenemos el Corazón del mismo color. Es necesario que tú sepas que no sirve solo para latir, que dentro de él se inventan las sonrisas y se fabrican las lágrimas, y que si te esfuerzas lo suficiente, si buscas bien y escuchas sus latidos, podrías aprender a hablar AMOR… nuestro primer idioma.
Entonces me miró y pensando que dormía, me besó de nuevo.